Pergaminos del Mar Muerto
Durante muchos siglos, las únicas referencias que podíamos encontrar acerca de la existencia de la secta de los Esenios eran tan solo las escuetas menciones aparecidas en los escritos de Plinio, Flavio Josefo y Filón. Sólo en abril de 1947 cambió esta situación, cuando un pastor beduino encontró la entrada de una caverna cercana a la orilla norte del mar Muerto varias vasijas de cerámica donde estaban, envueltos en trapos, rollos de pergamino.
LIBERTAD ABSOLUTA DE CONCIENCIA
¿Quiénes fueron los Esenios?
Secta de los tiempos antiguos que sin lugar a dudas guarda gran analogía con la Sociedad Masónica. Los Esenios vivían reunidos en congregaciones, si bien separadas, unidas todas por un lazo común; se entregaban a oficios mecánicos y sus bienes eran comunes.
Se dividían en cuatro clases y cuando viajaban se albergaban en los diferentes asilos de la Sociedad, y tenían ciertos signos, toques y palabras para poderse conocer entre sí.
Si un profano pedía la iniciación, no era admitido sino después de tres años de pruebas; y si salía de ellas triunfante, juraba servir a Dios fielmente, ser justo con sus semejantes, buscar la verdad, amarla y defenderla y perder antes la vida que revelar a ningún profano los secretos de la Sociedad; después de esto se entregaba al neófito un martillo y un mandil blanco y era, desde entonces, considerado como un miembro de la Asociación.
En algunas de sus habitaciones no permitían la entrada a nadie más que a los individuos de la Sociedad. Un día a la semana todos los individuos de cada Congregación se reunían para escuchar las órdenes o instrucciones de sus jefes, y se sentaban por orden de antigüedad, teniendo la mano derecha colocada sobre el pecho, algo más abajo de la barba, la izquierda más abajo, a lo largo del costado. Tenían prohibido servirse de esclavos, como cosa opuesta a las leyes de la naturaleza.
Esta asociación estuvo muy extendida por Judea y Egipto y se cree que provenía de otra más antigua, denominada de los Hasideanos. Los Esenios, fue el nombre de una Sociedad hebraica formada entre las montañas para ponerse al abrigo de las persecuciones de los sirios cuando invadieron la Judea. Después de la destrucción del Templo se retiraron en lo más intrincado de los montes, en donde conservaron las doctrinas de la iniciación, con toda su pureza. Más adelante, cuando bajaron de las montañas y a medida que fueron estableciéndose en las ciudades, propagaron y pusieron en práctica sus doctrinas que consistían en permanecer fieles al menor compromiso, no jurar jamás, porque conceptuaban inútil el hacerlo; no dañar a nadie; huir de los embusteros; ayudar a las gentes de bien; comunicar fielmente y sin consentir al menor alteración, y no revelarlos a ningún extraño, aunque para ello se vieran amenazado o contraídos por la fuerza.
Enseñaban y practicaban el amor de Dios, el de la virtud y el de la humanidad. Esta sociedad produjo a Juan el Bautista y a Jesús, fundadores a su vez de nuevas sociedades, que durante las guerras de los bárbaros del Norte, en la Galia, la Italia, etc., conservaron intacta y con toda su pureza la doctrina masónica. Según el historiador Josefo, esta sociedad se derivaba de una agregación anterior, que fue conocida con el nombre de Sociedad de los hhasideos o hasideos, que existía en los tiempos de la construcción del Templo de Salomón, cuyo adorno y conservación les estaba confiada.
Se dividían en corporaciones independientes y separadas, de las que eran excluidas las mujeres, porque les estaba prescrito el más riguroso celibato. Dedicados al ejercicio de todas las profesiones útiles a la sociedad, depositaban, en común, los beneficios que obtenían con su trabajo.
Josefo refiere que después de terminar su trabajo, se reunían y ponían los mandiles de tela de lino, hacían un ablución con agua fría, y se dirigían hacia un departamento, en el que únicamente era permitida la entrada, a los iniciados, y situándose alrededor de una mesa, después de una plegaria, comenzaban la comida, en medio del silencio más absoluto.
AI acabar, se quitaban el mandil, que consideraban sagrado, y volvían a emprender su trabajo hasta el momento en que, otra vez, se volvían a reunir para cenar, guardando las mismas formas que se observaban en la comida. Cuando un profano pedía ser admitido, dice, le exigían que sufriera un año de noviciado, durante el cual estaba sujeto a todas las reglas que seguían los demás individuos, si bien quedaba fuera de las habitaciones se le daba un martillo o hachuela y se le revestía con un traje blanco y con el mandil que ya se ha mencionado.
Si durante el noviciado, el candidato demostraba aptitud para el caso, se le permitía participar de las abluciones sagradas, pero aún no podía ser admitido en la asociación, era preciso que sufriera otros dos años de prueba, durante las cuales, seguros ya de su templanza, procedían al examen de su espíritu y de sus sentimientos, y si salía victorioso era iniciado y recibido como miembro de la sociedad. Pero, a pesar de esto, antes de tomar asiento en la mesa común, tenía que hacer votos gravísimos y prestar solemne juramento, comprometiéndose a servir a Dios religiosamente, ser justo con todos los hombres, guardar inviolablemente sus promesas, amar la verdad y defenderla y no revelar jamás, los secretos que le eran confiados, a ningún profano, aun cuando fuera amenazado con la propia muerte.
Los templos en donde vivían en comunidad separados de los profanos, se llamaban semnee o monasterios. Se dividían en cuatro clases y se reconocían entre sí por medio de signos particulares. Sus dogmas, tomados en gran parte de los misterios egipcios, estaban velados por emblemas y palabras que los hacían impenetrables a los profanos, y aunque en su inmensa mayoría eran judíos, admitían, sin embargo, a los hombres de todas las religiones. Esta asociación llegó a tomar tal incremento, que, según asegura Filón, se difundió por todo el mundo. Conforme refiere el citado autor, los esenianos establecidos en Egipto, se distinguían de la sociedad madre, por el sobrenombre de therapeutas o contemplativos; admitían a las mujeres y llevaban una vida solitaria y llena de privaciones. Estudiaban las sagradas escrituras, a su manera, como filósofos y las explicaban alegóricamente.
El séptimo día de cada semana, todos los afiliados ocupaban el puesto que les correspondía en la asociación, por orden de rigurosa antigüedad y se sientan teniendo la mano derecha sobre el pecho, un poco más abajo de la barba, y la izquierda más abajo, a lo largo del costado. En esta disposición, escuchaban atentamente un discurso que con voz grave y sentenciosa pronunciaba el encargado, entre ellos, de dar la instrucción. "Lo que les dice es razonado y sabio, sin ostentación de elocuencia, consistiendo en argumentos y explicaciones, tan sólidas y justas, que exciten y sostengan la atención, dejando siempre impresiones que no se borran fácilmente. Mientras aquel habla, los demás escuchan con silencio y a lo más, dan señales de su aprobación con el movimiento de los ojos o cabeza". Todos han visto como cesa muy notable en aquellos tiempos, que los terapeutas no se servían nunca de esclavos. Esto era debido a la excelencia de sus doctrinas, de las que eran rígidos observantes. Según estas, Dios había hecho nacer libres a todos los hombres; reconocer por tanto la condición de esclavo en algún ser racional, hubiera sido ir contra sus leyes. Por esto predicaron el dogma de la redención, que más tarde Jesús llegó a hacer triunfar.
La cofradía de los Esenios ha permanecido oculta al conocimiento profano por lo hermético de su enseñanza, por la elevada misión que les correspondió cumplir y seguramente por no ser mencionados en la Biblia. Ellos prepararon el terreno para que la semilla de Jesús cayera en tierra fértil.
El conocimiento oculto no ignoró a los Esenios, a diferencia del mundo religioso, filosófico y científico, a pesar que en el siglo I eran conocidos. Fue necesario el "accidental" hallazgo hecho en el interior de una gruta, en el año 1947, por un joven beduino, Mohamed el lobo, quien encontró las jarras de greda con rollos de lino recubierto de alquitrán o cera con escritos en pergamino y láminas de cobre de más de 2.000 años de antigüedad para que los esenios fueran nombrados en el mundo moderno.
Se remonta el misterioso origen de la comunidad esenia al tiempo de los Macabeos, unos 150 años antes del nacimiento de Jesús. Ellos se encargaron de neutralizar, con la Fuerza de sus pensamientos y Poder vibratorio, las bajas vibraciones del entorno en el área donde habría de "nacer" el Mesías.
Tres escritores del siglo I D. C. los mencionan: Plinio dice: "Los esenios habitan en la costa occidental del Mar Muerto. Son gente solitaria y muy superior al resto de la humanidad. Carecen de dinero y las palmeras son su única compañía. Se renuevan de continuo merced a la incesante corriente de refugiados que acuden a ellos en gran número, hombres hastiados de la existencia a quienes las vicisitudes de la fortuna impulsaron a adoptar tal género de vida". Así un pueblo se ha perpetuado, por increíble que parezca, en un lugar donde nadie ha nacido. Muy útil para acrecentar su número es el disgusto de otros hombres por la vida.
Filón inspirado en los esenios ilustró la tesis de su Tratado para probar que todo hombre bueno es también libre. Señala de esta comunidad: "Hay 4.000 esenios residiendo en muchas poblaciones de Judea. Evitan las ciudades y prefieren vivir en los pueblos. Tienen todos sus bienes en común y un administrador hace las compras y maneja el dinero. Cultivan la tierra y se dedican a oficios pacíficos, son granjeros, pastores, vaquerizos, agricultores, artesanos y artífices. No deben fabricar instrumentos de guerra ni ocuparse del comercio. Entre ellos no hay esclavos ni señores por estar convencidos de que la fraternidad humana es la relación natural de los hombres. Poseen el don de la predicción del futuro, son extremadamente limpios y visten siempre de blanco. No dan importancia al tiempo ni lo usan como excusa para no trabajar. Vuelven gozosos de sus tareas, como quien regresa de un concurso atlético. Los esenios se han reunido a causa de su celo por la virtud y la pasión de su amor a la humanidad".
Josefo escribe: "Constituyen de hecho una hermandad que tiene algo de común con los pitagóricos. Identifican el placer con el vicio, se ejercitan en la temperancia y la autodisciplina. Los esenios renuncian también a la riqueza, comen solo los alimentos necesarios. Usan las ropas y el calzado sin lujos. La mayor parte de ellos viven más de 100 años y leen los escritos de los antiguos. Su silencio da la impresión de un tremendo misterio. Sostienen que el cuerpo es cosa corruptible pero el alma es imperecedera. El espíritu emana del más puro éter, un hechizo natural lo arrastra hacia abajo y queda atrapado en la prisión del cuerpo; pero, una vez puesto en libertad por la muerte, se alegra y es llevado a lo alto. Triunfan sobre el dolor gracias a una voluntad resuelta. La guerra con los romanos probó sus almas de cuantas maneras era posible: Estirados en el potro, retorcidos, destrozados, quemados, sometidos a todos los instrumentos de tortura para blasfemar de su Legislador o comer alimentos prohibidos, no consienten en tales demandas y ni una sola vez adularon a sus perseguidores ni derramaron lágrimas. Sonriendo en la agonía y perdonando a los torturadores, exhalaron el alma con júbilo, pues confían que la recibirán nuevamente. Cualquier palabra de ellos tiene más fuerza que un juramento no causan daño a nadie ni por propia determinación ni bajo órdenes; en el caso de obtener autoridad jamás abusará de ella; será un amante de la verdad; mantendrá sus manos alejadas del robo y su alma pura de toda ganancia pecaminosa; no ocultará nada a los miembros de la comunidad y tampoco descubrirá ninguno de sus secretos a los extraños, aun cuando sea torturado hasta la muerte; transmitirá las reglas tal como las recibió y preservará con cuidado los libros grupales".
La comunidad esenia vivía como conjuntos de anónimos campesinos. Estudiaban entre otras disciplinas los secretos de las plantas y minerales con sus aplicaciones para beneficio humano, descubriendo sus maravillosos poderes curativos.
Eran un grupo rigurosamente iniciático y esotérico, como tal tenían tres niveles para la Enseñanza, regidos por rigurosas Leyes de silencio jamás violada por un esenio. Las comidas comunitarias eran la primera incorporación del aspirante, en ellas se leían e interpretaban las Sagradas Escrituras en su esencia y no en su forma. El Iniciado esenio recibía el conocimiento de las Sagradas Leyes, comprendía la divinidad del hombre septenario con el alma que permanece en una etérea región entre el espíritu y el cuerpo corruptible y transitorio que la ayuda a crecer. Mediante técnicas y disciplinas lograban transformar el conocimiento recibido en sabiduría, esa sabiduría que desde lo interno brota con su luz hacia afuera.
Ser esenio significaba ser un ejemplo de moralidad, pues en forma natural aprendían a controlar toda pasión, deseo y cólera. No apetecía las cosas temporales, sin egoísmo servía a los demás desarrollando sus valores espirituales.
No se regían por rituales externos. Jesús estuvo entre los esenios, en su círculo interno aprendió el dominio de los sentidos y el desapego a lo externo, desarrollando su elevado nivel de Conciencia suprahumana en la materia. Vence todas las limitaciones del plano temporal y recibe la Cuarta Iniciación, la más grande jamás dada ni recibida en la Tierra. Saben los Iniciados esenios entonces que su misión ha dado el fruto deseado, el Mesías inicia su misión.
Queda liberado Jesús de todo lo que lo unía a los esenios. Ellos no deberán intervenir, de ahora en adelante Él deberá continuar solo como el Mesías que es. Solo Él podrá en Sí mismo saber lo que el Padre le encomendó. Jesús llegará a ser Jesus el cristo o la energía del Padre dimanada por Jesús a los hombres. En el desierto le son ofrecidas todas las riquezas materiales y los poderes para ser en la Tierra como hombre el rey de reyes, ese rey que el pueblo judío esperaba para la liberación. Rechaza la tentación y acepta la misión. Cumplida su misión, los esenios, a los 50 años de haber desencarnado Jesús se dispersaron por la faz de la tierra.
Uno de los escrito esenio más importante es el Evangelio de los Doce Santos, redescubierto en 1888 y traducido del arameo por el Rev. Gideon Jasper Ouseley, en él se dice:
"Y las aves se reunieron alrededor de Jesús y le dieron la bienvenida con su canción y otras criaturas vivas se pusieron a sus pies y él los alimentó y ellos comieron de sus manos. Les dice Jesús: Estas criaturas son tus compañeras en la gran casa de Dios, si son tus hermanos y hermanas, tienen el mismo respiro de vida en la Eternidad. Y quien cuide a al menos una de estas, y les dé de comer y beber, lo mismo está haciendo conmigo".
En el Manual de Disciplina esenio III, 13 - IV, 26 se lee: El origen de la Verdad está en el Lago de la Luz y el de la perversidad se encuentra en la Fuente de Oscuridad, todo aquel que practique Justicia está bajo el dominio del Príncipe de Luz y camina por el camino de la luz; todo aquel que practica perversidad está bajo dominio del Ángel de Tinieblas y camina en el camino oscuro.
La manera perdida de orar de los Esenios
Desde el descubrimiento arqueológico de los Rollos del Mar Muerto en 1946, la palabra "esenio" ha dado la vuelta al mundo, haciendo surgir con frecuencia muchas preguntas.
Muchas personas se han mostrado asombradas al descubrir que hace dos mil años, una fraternidad de hombres y mujeres santos vivían juntos en una comunidad y portaban las semillas de la cristiandad y la futura civilización occidental.
Esta hermandad --que era más o menos perseguida y mantenida en el ostracismo-- daría personas que cambiarían la faz del mundo y el curso de la historia.
Sin duda, casi todos los principales fundadores de lo que luego se denominó la cristiandad fueron esenios: Santa Ana, José y María, Juan el Bautista, Jesús, Juan el Evangelista, etc.
Los esenios se consideraban separados a sí mismos, no por causas externas, como el color de la piel, el pelo, etc., sino porque la iluminación de su vida interna y su conocimiento de los ocultos misterios de la naturaleza eran desconocidos para otros hombres.
También se consideraban un grupo en el centro de todos, porque cualquiera podía formar parte de su Fraternidad tan pronto pasaran con éxito las pruebas selectivas.
Ellos pensaban, con muy buenas razones para ello, que eran herededos de los antiguos hijos e hijas de Dios, herededos de su antigua y gran civilización. Poseían avanzados conocimientos y trabajaban arduamente en secreto, por el triunfo de la luz sobre las tinieblas en la mente humana.
Sentían que les había sido confiada una misión, que eventualmente sería la fundación del cristianismo y la civilización occidental, y estaban apoyados en este esfuerzo por seres altamente evolucionados que dirigían la fraternidad. Eran verdaderos santos, Maestros de sabiduría, hierofantes de las antiguas artes maestras.
Los esenios no se limitaban a una sola religión, sino que estudiaban todas para poder extraer de ellas los grandes principios científicos.
Consideraban que cada religión era un estado diferente de una misma manifestación.
Le daban gran importancia a las enseñanzas de los antiguos caldeos, de Zoroastro, de Hermes Trismegisto, a las secretas instrucciones de Moisés y de uno de los fundadores de su orden, que había trasmitido técnicas similares a las del budismo, así como a las revelaciones de Enoc.
Poseían la ciencia viviente de estas revelaciones y de este modo, sabían cómo comunicarse con los seres angélicos y habían resuelto la pregunta del origen del mal en la tierra.
Una de sus más grandes preocupaciones era protegerse de cualquier contacto con espíritus del mal, para poder preservar la pureza de sus almas.
Sabían que estarían en la tierra durante un corto período de tiempo y no querían prostituir sus almas eternas.
Fué esta actitud, esta estricta disciplina, esta absoluta negativa a mentir o a comprometerse, lo que les hizo objeto de muchísimas persecuciones a través del tiempo.
Los esenios se consideraban guardianes de las Divinas Enseñanzas. Poseían un gran número de manuscritos muy antiguos, algunos de los cuales databan del inicio de los tiempos.
Una gran parte de los miembros de la Escuela pasaban el tiempo descifrando sus códigos, traduciéndolos a varias lenguas, reproduciéndolos para perpetuar y preservar este avanzado conocimiento, y consideraban este trabajo como una tarea sagrada.
Los esenios consideraban su Fraternidad, compuesta de hombres y mujeres, como la presencia en la tierra de las enseñanzas de los hijos y las hijas de Dios. Ellos eran la luz que brilla en las tinieblas, que invita a la oscuridad a convertirse en luz.
Así, para ellos, cuando un candidado solicitaba ser admitido en la Escuela, ello significaba que dentro de él se había puesto en marcha un completo proceso del despertar del alma. Un alma así, estaba lista para ascender las escaleras del sagrado templo de la humanidad.
Los esenios sabían diferenciar entre las almas que aún estaban dormidas, las que estaban sólo medio despiertas, y las despiertas. Su tarea era ayudar, consolar y aliviar a las almas dormidas, tratar de despertar a las que estaban a medias, y dar la bienvenida y guiar a las almas despiertas.
Sólo las almas que se consideraban despiertas podrían recibir la iniciación en los misterios de la Fraternidad esenia, integrada por hombres y mujeres. Entonces comenzaba para ellos el sendero de evolución, que ya no se detiene más a través del ciclo de sus encarnaciones.
Todos conocían a "los hermanos y hermanas vestidos de blanco". Los hebreos los llamaban "La Escuela de los Profetas"; para los egipcios, ellos eran "los Sanadores, los Médicos". Tenían propiedades en casi todas las grandes ciudades, y en Jerusalén había incluso una puerta que llevaba su nombre: La Puerta de los Esenios.
A pesar de algunos temores y bromas, debido principalmente al rechazo a aquello que se desconoce, las personas sentían en general respeto y estimación por los esenios, por su honestidad, su pacifismo, su bondad, su discreción, y su talento como sanadores, dedicados tanto a los pobres como a los ricos.
Las gentes sabían que muchos grandes profetas hebreos provenían del linaje de la Escuela esenia.
Es más, aún cuando la Fraternidad era muy estricta sobre las leyes secretas en relación con su doctrina interna, cultivaban muchos puntos de contacto con las personas, principalmente a través de los sitios donde daban alojamiento a peregrinos de todo horizonte, proporciondo ayuda en los períodos difíciles, y especialmente a través de la sanación de los enfermos.
Estos sitios donde se impartían las enseñanzas básicas y se practicaba la sanación estaban localizados en lugares que tuvieran acceso público para que todas las personas pudieran acudir.
(*) Los Esenios y Las Enseñanzas de Jesús el Esenio, de Olivier Manitara