¿Quiénes fueron los E senios?
Secta de los tiempos antiguos que sin lugar a dudas guarda gran analogía con la Sociedad Masónica. Los Esenios vivían reunidos en congregaciones, si bien separadas, unidas todas por un lazo común; se entregaban a oficios mecánicos y sus bienes eran comunes. Y tenían ciertos signos, toques y palabras para poderse conocer entre sí.
LIBERTAD ABSOLUTA DE CONCIENCIA
Pergaminos del Mar Muerto
Durante muchos siglos, las únicas referencias que podíamos encontrar acerca de la existencia de la secta de los Esenios eran tan solo las escuetas menciones aparecidas en los escritos de Plinio, Flavio Josefo y Filón.
Sólo en abril de 1947 cambió esta situación, cuando un pastor beduino encontró la entrada de una caverna en un risco cercano a la orilla norte del mar Muerto, y en ella descubrió varias vasijas de cerámica donde estaban, envueltos en trapos, rollos de pergamino.
Estos son los famosos manuscritos del Mar Muerto, que desde entonces han producido una electrificante revolución en la historia de la religión judía y los comienzos del Cristianismo.
Búsquedas posteriores en otras cavernas cercanas (11 en total) resultaron en el descubrimiento de numerosos otros rollos y un cuantioso número de fragmentos de pergaminos. Se estima que el número total de pergaminos, cuando estaban intactos, era superior a los 1000. En sólo una de las cavernas (Nº 4) se encontraron unos 15.000 fragmentos.
Aunque nos referimos a los manuscritos del Mar Muerto en su conjunto como pergaminos, algunos están escritos sobre papiro, y uno es una lámina de cobre. Están escritos en varios idiomas, mayormente el hebreo.
Es importante señalar que hasta el descubrimiento de estos manuscritos, se creía que el hebreo era una lengua muerta, usada únicamente por las clases educadas, como el latín en la edad media europea. El hebreo rabínico, de la literatura del año 200 E.C. y posterior, era considerado una invención escolástica, no el lenguaje de uso diario. Esta creencia condujo a los historiadores de los orígenes del Cristianismo a afirmar que los evangelios no podían haber sido escritos originalmente en hebreo o arameo.
El descubrimiento de los pergaminos refutó estas opiniones. Quedó comprobado que los judíos en la época del Segundo Templo (después del retorno del exilio en Babilonia) usaban tanto el hebreo como el arameo. Estos dos idiomas están relacionados como el castellano y el italiano. Para escribir, sin embargo, preferían emplear el hebreo.
Tal como ya está mencionado, a fines de la primavera de 1947, algunos beduinos de la tribu Taamire descubrieron las vasijas conteniendo los pergaminos. Después de diversas peripecias, en enero de 1948 los pergaminos fueron vendidos al Metropolitano (arzobispo) sirio ortodoxo del monasterio de San Marcos, en la ciudad vieja de Jerusalén, Monseñor Atanasios Samuel.
Retrocedamos un poco en el tiempo. El 25 de noviembre de 1947 un anticuario de Jerusalén le mostró al Profesor Eliezer Sukenik, de la Universidad Hebrea, un fragmento de pergamino escrito en el alfabeto hebreo “cuadrado” antiguo, que Sukenik reconoció inmediatamente como similar al de las inscripciones en sarcófagos de la época Asmonea, es decir, de los dos siglos anteriores al nacimiento de Jesucristo y el siglo primero de la Era Común. El anticuario le ofreció tres rollos de pergamino de la misma naturaleza.
El 29 de noviembre, Sukenik compró los pergaminos y también dos vasijas de cerámica de aquellas que habían guardado los manuscritos. Ese mismo día en las Naciones Unidas se votó la partición de Palestina y dió comienzo a la guerra de independencia de Israel, produciendo la desvinculación absoluta entre las poblaciones árabe y judía.
En aquellos momentos, uno de los funcionarios de la biblioteca universitaria le reveló al Profesor Sukenik la existencia de otros rollos en manos del arzobispo sirio.
Sukenik realizó diversas negociaciones para comprar dichos rollos, pero debido a la situación de guerra imperante, estos tratos no dieron resultado y finalmente el Arzobispo se trasladó a los Estados Unidos, llevando consigo los pergaminos.
El fin de esta historia es que el Profesor Eliezer Sukenik compró tres de los rollos. Su hijo, el arqueólogo y general Yigal Yadín, compró eventualmente en Nueva York los cuatro rollos del arzobispo sirio ortodoxo.
Los siete rollos se exhiben en el Museo del Libro, parte del Museo Israel en Jerusalén, y son los siguientes manuscritos: el Manual de Disciplina, actualmente conocido por el nombre Carácter de una Asociación Sectaria Judía, Historias de los Patriarcas, Salmos de Agadecimiento, Un Comentario de Habacuc, el Pergamino de la Guerra entre los Hijos de la Luz y los Hijos de las Tinieblas, y dos copias del libro de Isaías.
Es necesario mencionar que en abril de 1991 muestras de los pergaminos del Mar Muerto fueron examinadas en un laboratorio suizo, que determinó en forma científica e incuestionable que datan de entre el segundo siglo A.C. y comienzos del siglo primero de la E.C.
Lo que nos interesa ahora es echar un vistazo al contenido de estos documentos, escritos hace dos mil años atrás, que describen en detalle la organización de un grupo de Esenios refugiados en la soledad del desierto, y hacer algunas conjeturas sobre su posible conexión con las leyendas y tradiciones masónicas.
En la cercanía de aquellas cavernas donde se encontraron los pergaminos se hallan las ruinas de Qumrán, una construcción que ha sido identificada como lugar de reunión de los Esenios.
¿Quiénes eran los habitantes de Qumrán, que escribieron o conservaron en las cavernas del Mar Muerto esos pergaminos?
Los Esenios eran una de las facciones menores del pueblo judío en la época de los Asmoneos. Los grupos principales, como sabemos, eran los Fariseos y los Saduceos.
Veamos un poco de historia. Después de la conquista del Medio oriente por Alejandro Magno, y después de su fallecimiento en el año 323 A.C., Palestina se convirtió en el campo de batalla entre dos de sus generales, Seleuco, que gobernaba en Siria, y Ptolomeo, en Egipto. Un descendiente de Seleuco, Antíoco Epifanes IV, trató de imponer la religión pagana, el culto de Zeus y los demás dioses griegos en Judea, lo que resultó en la rebelión de los Macabeos en el año 165 A.C. Después de una prolongada guerra, los judíos bajo la dirección de Judas Macabeo lograron su independencia. Aunque Judas Macabeo murió en una batalla, sus descendientes, comenzando con Hircano, constituyen la dinastía de los reyes Asmoneos, que gobernaron durante una época marcada por luchas fratricidas, guerras contínuas, y la amenaza creciente de las avasalladoras legiones romanas.
Es en esa época turbulenta que los Esenios se separaron de la corriente central de judaísmo de entonces, constituyendo un grupo que hoy en día llamaríamos ultra-ortodoxos. Consideraban que se aproximaba el fin del mundo (el apocalipsis) y trataban de observar minuciosamente todas las prescripciones del Pentateuco. Se supone que Juan Bautista pertenecía a dicha secta, y algunos investigadores han llegado a la conclusión de que incluso Jesús mismo también ingresó a la secta durante su período de aislamiento en el desierto.
La palabra “esenio” (“isí” en hebreo) significa “piadoso”. Los Esenios eran ascetas, practicando frecuentes ayunos y baños rituales diarios. Estudiaban con ahínco las sagradas escrituras, y se gobernaban a sí mismos de manera democrática.
Entre los pergaminos del Mar Muerto hay dos, especialmente, que arrojan luces sobre la organización y principios de los Esenios. Se trata del llamado “Manual de Disciplina” y el “Documento Zadoquita”. El primero está incluido en uno de los rollos de Qumran, mientras que una copia del segundo fue descubierta a fines del siglo XIX por Solomon Schechter en el repositorio (Gnizá) de la sinagoga Ezra del viejo Cairo (Fostat).
Examinemos algunas de las reglas de la comunidad, relacionándolas con las ceremonias masónicas.
Cuando una persona expresaba el deseo de ingresar a la comunidad, debía comprometerse a respetar a Dios y los hombres, hacer el bien y apartarse de todo mal.
Nos recuerda la iniciación masónica, durante la cual se incita al profano a elegir el camino de la virtud y no la del vicio. Asimismo, la creencia en Dios o un Ser Supremo es condición sine qua non de la iniciación en logias masónicas regulares.
En la comunidad, se examinaban los antecedentes del candidato, su carácter y su cumplimiento de las leyes religiosas. Cada hombre era entonces inscrito en un rango particular.
El candidato debía amar a los hijos de la luz. Este es un importante detalle. Los masones también somos conocidos como “hijos de la luz”. La recepción de la luz, para nosotros, es el momento culminante de la iniciación.
Los miembros de la comunidad estaban divididos en tres clases: los sacerdotes (Cohanim), levitas y el pueblo. Nos recuerda la triple división entre Maestros, Compañeros y Aprendices.
Anualmente se efectuaba un examen del progreso de cada miembro de la comunidad, uno por uno, desde los sacerdotes hasta los recién iniciados, y cada uno era clasificado y puesto en su lugar “de modo que nadie sea rebajado de su estado ni exaltado sobre su lugar designado”.
Los miembros de la comunidad cenaban juntos, rezaban juntos y discurrían juntos. “En presencia del sacerdote, todos se sientan en orden según sus respectivos rangos, y el mismo orden se mantiene al tomar la palabra”.
Esta es exactamente la costumbre en las logias, donde los Hermanos toman asiento en lugares determinados según su rango masónico, y donde se concede la palabra siguiendo un orden de precedencia igualmente determinado.
En los debates, cada uno podía tomar la palabra, según el orden, pero no podía interrumpir a otro ni hablar antes que terminara. Además, nadie podía hablar antes de su turno, según su rango.
Recordemos las normas del debate masónico y el “bien general” en las tenidas.
Si la persona quería entrar a la comunidad, era interrogado por el Superintendente respecto a su inteligencia y sus actos. Luego, si lo consideraba apto, era presentado ante la asamblea general, donde todos daban su opinión, y su admisión era aprobada o rechazada por un voto general.
Una de las reglas concernientes al ingreso a la comunidad, especifica que las siguientes personas quedan excluídas: “ninguna persona con un defecto físico, lisiado en ambas piernas o brazos, cojo, ciego, sordo, mudo, o que tiene un defecto visible en la carne puede ingresar”.
Una restricción parecida aparece en los antiguos reglamentos de los masones.
Si el aspirante era aceptado y se comprometía a cumplir las reglas de la comunidad, se le admitía a prueba por un año, durante cuyo término el iniciado no podía participar sino como Observador. Luego del primer año, él era examinado nuevamente para comprobar sus progresos. Si eran considerados adecuados, le permitían continuar a prueba durante un segundo año. Sólo al término del segundo año, y después de un nuevo examen, si era aprobado, se le inscribía en su rango entre los Hermanos de la Comunidad. Recién entonces el Iniciado prestaba el juramento de rigor.
Esta sucesión de exámenes y períodos de prueba están reflejados paralelamente en las prácticas de nuestras logias.
En la congregación de la comunidad, había doce hermanos y tres sacerdotes perfectamente conocedores de la Ley o bien llamados “de perfecta santidad”. Esto nos recuerda los tres “pilares” de la iglesia cristiana (Gálatas 2:9 : “Jacobo y Cefas y Juan, que parecían ser las columnas”) y los doce apóstoles.
Por supuesto, nos recuerda también las tres columnas representadas por el Venerable Maestro y los Dos Vigilantes en la Logia, quienes son llamados “las luces del Taller”.
Un párrafo interesantísimo es el siguiente: “Ellos [los miembros de la comunidad] serán una preciosa piedra angular”. Esta frase hace mención al versiculo 16 en el capítulo 28 de Isaías: “Por tanto, el Señor Jehová dice así: He aquí que yo fundo en Sión una piedra, piedra de fortaleza, piedra angular, de precio, de cimiento estable”.
Es notable la coincidencia con nuestra tradición masónica, en que el neófito es colocado en un lugar especifico dentro de la Logia y se le enseña que es considerado la piedra angular del templo ideal que construímos. Además, existe todo un grado o ceremonia masónica, la del Mark Master, o Maestro de la Marca, que se refiere específicamente a la piedra angular.
Los Maestros les inculcaban una disciplina mental, para que pudieran discernir entre el bien y el mal, y entre la luz y las tinieblas.
Les enseñaban también los principios de la moralidad, la tolerancia y la solidaridad humana. También les inculcaban ideas liberales y democráticas, a caminar por la senda del honor y la justicia; a defender al inocente y al oprimido, a proteger a la viuda y al huérfano, y por sobre todo, a ayudar al necesitado.
Les enseñaban a dedicarse al trabajo, combinando el esfuerzo individual con la meditación y el estudio, para alcanzar un alto grado de sabiduría dentro de una sociedad fraterna y justa. Los iniciados aprendían a “amar justicia y aborrecer la maldad”.
En el Documento Zadoquita aparece una sección especial respecto a las funciones del “Supervisor”. La palabra hebrea “mefaqueaj” es equivalente exacto del griego “episkopos”, de donde proviene la palabra “obispo”. El Supervisor tenía la obligación de educar a las masas en las obras de Dios y hacerles comprender. Debía explicarles en detalle la historia del pasado y mostrarles la misma compasión que un padre muestra a sus hijos. También debía examinar a cada neófito respecto a su conducta, inteligencia, fuerza, valor y bienes, para inscribirlo en su rango apropiado.
Su función, por lo tanto, era en gran medida equivalente a la de los Vigilantes en la Logia masónica.
Finalmente, es interesante que algunos escritores judíos mantienen que existía una sección de los Esenios llamados Banaim, es decir, constructores. No se sabe por qué eran llamados así, pero en el Talmud se menciona que “los Maestros en Israel son Constructores (banaim)”.
De todos estos puntos, no podemos saltar la conclusión de que la Masonería sea sucesora de los Esenios. Los puntos de coincidencia que hemos anotado son significativos, pero no demuestran filiación.
Los manuscritos del Mar Muerto son mucho más extensos de lo que hemos examinado hasta aquí. He querido solamente enfocar algunos aspectos de coincidencia con los rituales masónicos, y especialmente en lo que se refiere al Rito Escocés Antiguo y Aceptado, que es el que ha recibido la mayor influencia de las tradiciones esotéricas.
Los Esenios, aunque distantes en el tiempo y el espacio, parecen haber sido también precursores lejanos de nuestro Arte Real.