LIBERTAD ABSOLUTA DE CONCIENCIA
La leyenda de
Sabine de Pierrefonds
Erwin de Steinbach (1244 - 1318) fue uno de los arquitectos de la catedral de Estrasburgo. Dos de sus hijos, Erwin y Johannes, su nieto Gerlach así como otros descendientes, como Kuntze, fueron también maestros de obras. Johann Wolfgang Goethe dedicaría su obra “De la arquitectura alemana” (1773) a Erwin von Steinbach.
La tradición considera que Sabine de Steinbach (en francés; Pierrefonds), fue hija de Hervé de Pierrefonds, más conocido por su nombre germánico de Erwin de Steinbach, constructor principal de la Catedral de Estrasburgo. Sabine esculpió algunas de las notables estatuas de Notre Dame de París, y a su vez en tanto que Maestra de Obras, formó aprendices en su oficio.
Sin embargo, la errónea lectura de un manuscrito que se refiere al sabio maestro Erwin dio origen a la leyenda de Sabine, una mujer escultora que la tradición popular considera hija de Erwin.
“La Masonería asumió, hace tiempo, la mision de propugnar la vigencia de normas de dignidad y progreso en la vida de los seres humanos y de sus instituciones sociales.”
León Patlis
En todo caso, con independencia del perfil fabuloso del relato, lo cierto es que no fue inusual la presencia de mujeres que accedieron a la maestría en corporaciones de oficio dedicadas a la escultura, la carpintería, la albañilería, etc.
No hay que sorprenderse al encontrar mujeres en la Edad Media encargadas de tareas reservadas más bien a los hombres, ya que en las corporaciones de arquitectos y picapedreros encargados de las construcciones de catedrales, se admitían como alumnos tanto a hombres como a mujeres, por lo tanto, no es de extrañar encontrarse a una Maestra de Obras como es el caso de Sabine de Pierrefonds quien fue hija de Hervé de Pierrefonds, más conocido por el nombre germánico de Erwin von Steinbach. De su padre aprendió y se constituyó en maestra del gremio de arquitectos y picapedreros.
Sabine como artesana e imaginera participó en la construcción de la catedral de Estrasburgo, habiendo esculpido las imágenes del pórtico sur, entre las que destacan: la Ekklesia y la Sinagoga.
A la izquierda del espectador está el “Tentador o príncipe de este mundo,” figura masculina que sostiene la manzana prohibida y cuyo hábito se encuentra cubierto de reptiles, mientras que las damas de su entorno han volteado sus cálices vertiendo su noble contenido de sabiduría al suelo. A la derecha la imagen del esposo fiel o “el Maestro” y las tres damas son los aspectos de madre, compañera y amante de María, nuestra Madre, el Nous de la Emanación. Las tres con los cálices plenos de la sabiduría, de la intuición y de la inspiración.
A la muerte de su padre, el 17 de enero de 1318, Sabine se hizo cargo de la obra hasta su conclusión. Posteriormente se trasladó a París y vivió como el resto de los masones de la época, en los poblados que éstos constituían en las inmediaciones de las catedrales en construcción. Allí esculpió algunas de las estatuas de Notre-Dame, en especial la de aquella joven de largo pelo sosteniendo las herramientas propias del oficio de escultora. La tradición cuenta que esa imagen es de ella misma.
La tradición de Sabina como albañil en Estrasburgo, es constantemente citada y todo indica que fue publicada por primera vez en 1617 por una narración de Schadeus al hacer una descripción de la catedral de Estrasburgo. En este sentido es interesante la lectura del libro de María Viedma García “Mujeres de Escuadra y Cartabón” que recibió en el 2008 el premio “María Isidra de Guzmán”.
El libro de los oficios de París del siglo XIII, detalla los usos de las corporaciones, como la cofradía de las Hilanderas, exclusivamente femenina y da una idea del accionar de las mujeres autónomas, con casas y talleres a su cargo.
Los que sigan pensando que la masonería es sólo un oficio de albañilería, sencillamente no tienen ni la más remota idea de lo que es el trabajo de evolución conductual.
Ser masón es ser mujer u hombre libre y de buenas costumbres. ¿Qué significaba esto en el siglo XII? Ser libre era la condición de toda persona capaz de auto determinarse en asumir el compromiso de observar una vida virtuosa en el sentido moral monacal, recusando el ser o seguir siendo un villano común, avezado y cimarrón. Esta opción se presentaba en primera opción entre los oblatos, que al igual que en la época de Euclides, eran los jóvenes que entregados por sus padres a los clérigos conseguían que ellos le enseñaran el oficio de la albañilería.
Desde Euclides la Orden de clérigos constructores ha sido la base fundamental de las buenas costumbres de los prosélitos de la masonería, que desde el siglo IV se encaminaron con la Orden de los benedictinos bajo la regla de Benito de Nursia.
Cuando se leen los Estatutos y Reglamentos de los constructores del Muro y la Madera del Medioevo, todos coinciden en el hecho fundamental de desarrollarse desde un punto central: una catedral o monasterio y de manera auto eficiente, al estilo de los benedictinos primero y los cluniacenses después.
Los profesos y los confesos se sometían a la Santa Regla o regula, de donde devienen la ya famosa palabra “regular”, pero desconocida en su origen entre los francmasones, y que sigue siendo aplicable a aquellos que viven según la regla de conducta moral de Benito, ya sean hombres o mujeres. Las otras versiones, como la propia historia pintoresca de la francmasonería inglesa, es pura fantasía.
La historia de Sabine de Pierrefonds fue premeditadamente silenciada por el francmasón Albert Gallatin Mackey en su Enciclopedia del siglo XIX y peor aún, pretendió crear otra historia sustituta, aduciendo que fue el hijo Jean Erwin quien sucedió a Erwin von Steinbach, considerado indiscutiblemente el Gran Maestro fundador de la masonería franco-alemana.
Mal que le pesa a muchos es la existencia innegable de Sabine, maestra constructora e imaginera. Son sus obras las que dan testimonio de ella mas allá de las negaciones, supresiones y olvidos. Su pensar gnóstico juanítico se devela en sus obras, en sus esculturas; en tanto que la propuesta de la existencia de su supuesto hermano nadie puede probar.
(*) Licia Chuecas Velásquez G.·.L.·.M.·.P.·.